página de diario (2016)

24 de enero, 2016

Este fin de semana hubo una enorme tormenta y estuvimos en la casa, nosotros dos, semi-encerrados, viendo nevar. Salimos ayer para que jugaras en la nieve, pero como no tenías ropa adecuada tuviste que correr adentro, tus bota llenas de nieve. Lo mismo fue al dia siguiente. Fuimos a Target hoy a comprarte ropa de invierno pero no conseguí botas. Mamá está en Vermont, y nos toca estar solos. Jugamos a los títeres, pintaste, vimos películas, fuimos a comer comida china en el único restaurant abierto en el barrio durante la tormenta. Adoro vivir en tu mundo infinito, lleno de fantasía y de imaginación, de bondad; es un mundo que no termina, que no conoce la amargura. Terminas una actividad y vas hacia otra, tu energía es inacabable, al contrario de la mía, pues comienzo a darme cuenta que mis energías comienzan a ser limitadas. Me das órdenes y me dices qué hacer; yo obedezco. Me amarras con papel de baño para que camine como zombie. Acampas enfrente del calentador para que se sequen tus calcetines y haces un picnic ahí mientras yo hago collages. Tener un hijo es la responsabilidad más grande en la vida, creo yo; la tarea de protección más grande que puedo tener, y es aquella que pienso completar hasta el último día de mi vida y con cada uno de los átomos de mi ser. Pero a la vez, desde el día en que naciste, he tenido la sensación, la certeza, de que tú me cuidas a mí también. Ahora duermes, con el lava lamp prendido, en tu cuarto de juguetes, títeres, y secciones inventadas por ti que llamas tu casa, tu “hiding spot”- tu mundo de felicidad. Nada es más importante para mí que exista ese mundo con aquellos personajes y con aquellas reglas que has creado. Sé también que es un mundo efímero, que cambia cada día y que un día desaparecerá cuando crezcas y entres a tu nueva etapa de la vida. Pero sé que en este juego en el que yo soy tu protector, la responsabilidad de protegerte a la vez me protege a mí— quizá me protege de mí mismo, de mi egoísmo, de mi propia ineptitud en entender lo que significa la vida. Por ello quiero disfrutar cada momento. Te veo dormida, con los vestigios de los juegos del día, de tus dibujos, de los juegos que inventaste, sabiendo que mañana habrán nuevos juegos y dibujos. Y no quiero que nada de eso termine; quisiera que este día se repitiera siempre, que no crecieras, que yo no envejeciera, que nada cambie. Pero no pido una repetición infernal de acciones, sino la prolongación de esta felicidad, de esta armonía tan frágil que antes que uno advierta ya habrá sido desintegrada por el paso del tiempo.

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