Luis Ignacio Helguera (1962-2003)

Luis Ignacio Helguera (1962-2003), my brother, was one of the most prominent writers of his generation in Mexico City. He was the author of around 12 books  including Murcielago a Mediodia (Bat at noon), Traspatios, Antología del Poema en Prosa en México, El cara de niño y otros cuentos, and Zugzwang. His interests ranged from philosophy and prose poetry to music criticism and chess, all of which he engaged through poetry, fiction, and personal essays. I am in the process of compiling the first english anthology of his works. (PH)

LIH in Mexico City, c. 1987

LIH in Mexico City, c. 1987

Luis Ignacio Helguera

Recuerdo y Olvido

Todo en mi despertar es polvoso
El ayer, el hoy el mañana
Y presiento que he olvidado lo más importante
Recuerdo que lo he olvidado
Y duele, deveras, el olvido,
Y recuerdo lo que quisiera olvidar
Y duele, deveras, el recuerdo.

Rembembrance and forgetfulness

Everything in my awaking is dusty
The Yesterday, the Today and the Tomorrow
And I sense that I have forgotten what’s  most important
I remember that I have forgotten it
And it hurts, truly, to forget,
And I remember that which I wanted to forget
And it hurts, truly,  to remember.

Panteón

¿Por qué será, de veras?
Cada vez que se muere alguien que quiero
Cae una tormenta.
Se inunda quizás el panteón de la memoria
Llueve el dolor por dentro de mis sueños.
Y sin embargo es tan cristalina el agua.

Graveyard

Why is it, really?
Everytime when someone that I love dies
A storm falls.
The graveyard of memory is perhaps flooded
The pain rains from inside of my dreams.
But despite all that,  the water is crystal clear.

Intermezzo núm. 2, en si bemol, op. 117, de Brahms

A mi padre, Luis Ignacio Helguera Soiné
Sólo ahora, a los cuarenta años
comprendo por qué me recostaba en el sofá de la sala cada noche
cuando estudiabas ese Intermezzo de Brahms
porque expresaba tu carácter y tu fuerza y tu nobleza, que aprendí mal
y la caída de las hojas verdes y luego rojas, en los jardines que tuvimos
el luto otoñal de todo
y recuerdo cómo oyendo la radio estacionaste el coche en una calle
entre automóviles furiosos
para ponerte a llorar sobre el volante
disculpándote conmigo con el pañuelo en la cara
porque era un Nocturno de Chopin que tocaba tu madre
y recuerdo cómo me cargabas semidormido hasta mi cama
al terminar el Intermezzo de Brahms, cada noche
y tu carácter y tu fuerza y tu nobleza, que aprendí mal.

Postal de Brahms

Para Carlos Helguera

Esta vecina de mis padres en Chicago
ensaya todas las tardes el Andante un poco adagio de la Primera sonata para viola de Brahms
mientras piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
¿Por qué le obsesiona ese movimiento como a mí?
(porque no lo estudia: le obsesiona)
¿por qué pasan estas cosas, tío?
No toca nada mal la viola, aunque se atora en un pasaje difícil, como yo en la vida
Quisiera tocar el timbre de su departamento
hablar con ella de Brahms, de esa serenidad sublime
y admirar la belleza de su viola y su cabellera
y la expresividad de sus brazos y sus ojos
mientras me otrece un café o una copa
y hablamos del poder evocativo y las meditaciones otoñales brahmsianas
y del estatismo armónico extraño y sublime
en que flota un clarinete de pronto solista sobre el piano en el tercer movimiento
del Segundo concierto para piano y orquesta
y la invito a cenar en Belmont
¿Pero qué tal si es una güereja desabrida o una anciana decrépita
o un maricón pelirrojo o un gordo devorador de hamburguesas?
Sólo quedaría sellar una brahmsiana amistad y largarme
¿Por qué pasan estas cosas en la vida, tío?
¿Por qué se pregunta uno por qué, si la vida toda es naturalmente azarosa e indescifrable?
Hace años que me obsesiona la dulzura de este Andante
Brahms deshojaba lentamente en el pentagrama los árboles más bellos
Me invade la melancolía, pero no tengo el valor de tocar el timbre
Tal vez esa mujer espera a un brahmsiano que toque su timbre
Tal vez esa mujer sea tan solitaria y triste como yo
Tal vez esa mujer y yo podríamos amarnos, apadrinados por las barbas de Brahms
Tal vez sea la mujer de mi vida y me separan de ella la cordura y la cobardía y un timbre
Después de todo, la melancolía de los acordes
ambienta bien mi soledad
Me quedo con la belleza pura de la música
silbo la melodía y piso las hojas rojas y anaranjadas de la Campbell Avenue
y regreso con mis padres
Qué triste y hermoso y brahmsiano es el otoño en Chicago

Modhina de las Bachianas brasileiras
núm. 1 para ocho cellos de Villa-Lobos

Para Guillermo Helguera
Qué tristeza a veces da la tristeza ajena
la de la gente bienintencionada a la que el destino parece empeñarse en probarle que es mejor ser mala persona
la de la gente que trata honradamente de “superarse”
y compra y lee con esfuerzos uno de esos manuales de superación personal
y todo le sale mal
como todo bien a los autores abyectos de esos bestsellers
una tristeza que va y vuelve como las olas del mar
la de la gente buena que cree a diario en Dios por más que Dios sólo le dé a diario bolillo duro
qué tristeza la del hombre que logra por fin armar el rompecabezas de su vida
solamente para comprobar que fue todo un rotundo fracaso
la del cierre de un buen restaurante destinado, quién sabe por qué, a la bancarrota
del que fue uno el último cliente y ya ni siquiera le cobraron la cuenta
una tristeza que va y vuelve como las olas del mar
la de enterrar personas a las que no pudimos decirles ni probarles que las quisimos mucho
qué tristeza las discusiones agrias de parejas ancianas que no se tienen ya sino uno al otro
y no tuvieron hijos, como no tuvo Villa-Lobos
y en medio de las discusiones, cada vez más agrias, lo saben, y mejor van por el pan y la leche
la de las parejas que se destrozaron a cachos después de que cupo entre ellas todo el amor del mundo
qué triste recordar a fuerzas lo que más duele recordar
las mordidas del murciélago o la rata en el alma
una tristeza que va y vuelve como las olas del mar
qué triste cuando queda ya sólo el recuerdo, cada vez más recuerdo del recuerdo
qué triste cuando el billar de toda la vida, Villa-Lobos, es ya sólo rutina
cuando las carambolas o el sexo importan tanto como ir al baño o pagar la renta
qué tristeza incluso expresar toda esa tristeza en un canto desgarrado de ocho cellos
en belleza desesperada
como hizo Villa-Lobos

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