El perfume de Drácula (2016)

Las calles tienen nombres de escritores románticos, muchos de ellos completamente olvidados. Uno de ellos es Eugenio Sue, quien absolutamente nadie lee. Ha de haber sido un escritor relevante hacia la época en que se trazaron y nombraron estas calles. Quizá su única contribución importante fue la de inventor de la novela serial.

Oscar vivía en una casa en esa calle de Eugenio Sue. Después de la escuela Efrén y el solían ir a su casa, que estaba a un par de cuadras de la casa. Efrén nunca le preguntaba nada a Oscar acerca de su familia — Oscar nunca hablaba de sus padres y la relación entre ellos era un misterio. Y su casa era un lugar extraño. Nunca se veía a nadie ahí. Era claro que había presencia de personas, pero fuera de un olor a sopa que salía de la cocina no había ningún otro indicio de presencia de algún adulto. La enredadera era de un color verde grisáceo, en una de esas casas con una reja churrigueresca. Efrén quien comenzaba a leer literatura romántica se imaginaba la acción de Cumbres Borrascosas en esa casa. Esos días el sol era luminoso a la hora de la salida y luego hacia las cinco el cielo era totalmente blanco, sin sol, como si fuera a llover. La casa de Oscar se volvía aún más oscura, matizada por grises, blancos, claroscuros y el verdegris de la enredadera. Incluso un día Efrén trató de escribir su primer poema inspirado en ese patio: “ Cuando caen las hojas secas,” escribió, “se despierta el deseo de todo aquello que ha sido perdido.” Su hermano mayor, que era escritor, se rió de él al leer el poema. “todo lo que has perdido! ¡Tienes trece años! ¿qué has perdido?” Efrén destruyó el poema, furioso.

Supuestamente se reunían para estudiar para exámenes, pero en realidad nunca estudiaban nada. Lo único que hacían era hablar de las compañeras que les gustaban, pero con quienes tenían cero posibilidad de andar. Se pasaban horas y horas hablando de lo que acababa de ocurrir con ellas, si ellas los habían visto, si les habían hecho algún gesto de aprobación que significara algo más profundo, si algo que hubiesen dicho o hecho en clase podría ser prueba de que estaban enamoradas de ellos. A veces iban a la pizzería de la esquina donde pasaban horas y horas hablando de ellas, imaginando las posibilidades de tener novia, embriagados con sus propias fantasías. Estaban por cumplir trece años, y no hacía mucho se había operado un fenómeno natural entre muchos de ellos, donde los grupos de niños y de niñas comenzaban a descubrir su sexualidad, y esto quería decir que todos tenían que encontrar su pareja. La obsesión de Oscar era Jimena, una chica francesa que nunca hablaba. La de Efrén era Janet, quien iba un año abajo de ellos y con quien nunca había hablado en su vida; ni siquiera estaba seguro que Janet supiera quién era él.

En su casa, Efrén se la pasaba viendo los anuarios de la escuela. En aquella época, mucho antes del internet, este era el único lugar donde podía ver fotos de Janet- dos o tres fotos de ella que él observaba obsesivamente por horas. Le hacía dibujos, le componía poemas. No dejaba jamás de pensar en ella: era lo primero y lo último en lo que pensaba cada día; en las noches abrazaba la almohada imaginando estar con ella. Diario se juraba que iría a verla, a hablarle, pero nunca lo hacía. Al final de cada día de clases, hacia la una y media de la tarde, cuando sonaba la campana de salida, se le hundía el estómago, y corría a la salida para al menos verla pasar, despedirse de sus amigas. Un chofer la recogía a ella y a sus hermanos en un Galaxy negro, extremadamente elegante. Su familia era rica, pensaba Efrén- otra razón por la que probablemente nunca le haría caso.

Su gran oportunidad llegó con la fiesta de Halloween en la casa de Lillian. Janet y su amiga Eleonor iban a estar ahí, porque la hermana de Lillian iba en la clase de Janet y eran amigas, y Eleonor era prima de Lillian. Jimena también iba a estar ahí porque era amiga de Lillian.

Oscar y Efrén pasaron horas calculando lo que harían para esta oportunidad. Se juraron que ese día le declararían su amor a sus respectivas víctimas.

Oscar se había vestido de mosquetero. Efrén había conseguido una máscara de Drácula hecha de hule, a la cual para completar su disfraz añadió una capa negra que en realidad era un retazo de cortina de terciopelo que su tía había usado como mantel para un coctel en su oficina. La máscara se la había comprado su papá en Woolworth después de mucha insistencia de Efrén, a pesar de que era muy cara. Su papá al final accedió, diciéndose algo a sí mismo como “este es el dinero que necesito para comprar la mercancía”, o algo por el estilo. Después de que su padre le comprara la máscara; Efrén se sintió profundamente culpable.

En lo que confeccionaba su disfraz, Efrén pensó que podría usar un viejo perfume de su mamá, que estaba arrumbado en un rincón de su tocador, como elemento adicional, aparte que el olor a hule de la máscara lo mareaba. Vació parte de la botella de perfume en sus manos y lo aplicó a la capa y al hule verde de la máscara.

El día de la fiesta fue muy emocionante. Todos habían llevado sus trajes a la escuela. Efrén decidió esconder bien el suyo para que su disfraz fuera sorpresivo a la hora de la fiesta.

La casa de Lillian estaba a unas tres cuadras de la escuela, por lo que todos se fueron caminando. Efrén sin embargo sentía un enorme nerviosismo. Pensó que tomar algo le podría ayudar, de manera que cogió una pequeña botella de shampoo de su hermana, vaciando el contenido y reemplazándolo con un chorro de whisky que había quedado de una fiesta en la casa. Efrén nunca había tomado alcohol en su vida, pero sabía que el alcohol ayuda a fortificar el ánimo.

Efrén casi no podía con el nerviosismo cuando llegaron a la casa. La fiesta era en el jardín de atrás, que estaba decorado con varias luces y donde resonaba la música para que todos bailaran.

Tanto Jimena como Janet estaban efectivamente ahí. Al ver a Janet, se le hundió el estómago a Efrén.

Se dieron cuenta que a pesar de haber hablado obsesivamente de este momento por días, ni Oscar ni Efrén tenían un plan para abordarlas. Desde el principio comenzó la música, y todos comenzaron a bailar. Efrén comenzaba a marearse con la combinación del perfume rancio y el olor a hule de la máscara.

En algún momento Oscar le dijo: “ahora sí, cabrón: tenemos que sacarlas a bailar”. Janet estaba en ese momento con una amiga hablando con Antonio Peniche, un tipo que Efrén detestaba. Peniche estaba bromeando con ella, haciéndola reír. Efrén se trató de justificar para sus adentros, diciendo que ella nunca lo podría tomar en serio a él. Decidió entrar a la casa y en un rincón, asegurándose de que nadie lo veía, sacó de su mochila la botella de champú con el whisky y se la tomó entera para armarse de valor. Sabía asqueroso: era una combinación de whisky con jabón, pues Efrén no había enjuagado bien la botella. Se quedó un buen tiempo dentro de la casa, en silencio, mirando a todos los niños bailar, tratando de cobrar fuerzas para salir a hablarle a Janet.

Finalmente, haciendo un esfuerzo sobrehumano, Efrén se acercó a Janet. Sentía los pies fríos. Se le hizo un nudo en la garganta en el momento en que se colocó frente a ella para comenzar a articular una frase. Se sentía enfermo, en parte por el whisky con jabón. Efrén nunca olvidará cómo lo miró Janet, confundida y sin entender lo que estaba diciendo.

En ese momento un globo de agua le cayó en la cara a Efrén. El hermano menor de Lillian había decidido comenzar una guerra de globos, aventándolos desde el balcón a todos en la fiesta. Todos comenzaron a reír y a correr eludiendo los proyectiles mientras Efrén se quedó ahí, completamente empapado en medio del jardín. Otro globo le cayó en la cadera, mojándolo aún más.

La mamá de Lillian les trajo unas toallas. Efrén sintió nausea —probablemente como resultado del whisky con jabón, y tuvo que correr al baño para vomitar.

Al salir del baño, Efrén vio que Janet estaba bailando con Peniche.

Su papá y su hermana mayor lo recogieron en el coche. Comenzaba a oscurecer, pero el día estaba aún en ese umbral perfecto entre la tarde y la noche, cuando aún hay luz pero las cosas no han perdido su definición por completo. El tráfico era terrible. Comenzó a llover. Su padre tenía XELA en el radio, que estaba tocando una sinfonía de Mozart.

Efrén no olvidará nunca la sensación de ese momento. Era por un lado el sentimiento del fracasado, del que nunca logrará triunfar en nada, aquel cuya eterna existencia estará definida por el eterno deseo de algo pero con la certeza de que ese deseo jamás será cumplido. Recordó algo que Oscar había dicho: “¿no es mejor vivir así, esperando algo? ¿Es decir, no es mejor la espera de algo que conseguir algo?” “No entiendo”, le dijo Efrén. “Claro que no! Si yo quiero conseguir algo no quiero estar esperando toda la vida”. Pero ahora que recordaba esa conversación, comenzó a imaginarse a sí mismo en esa espera permanente, esperando a ser artista, esperando una relación. ¿no es quizá un alivio saber que la espera no llegará a nada nunca? ¿no es acaso un alivio saber que uno nunca triunfará? La angustia radica en la incertidumbre, en el no saber. ¿no representa acaso un cierto confort el saber que algo jamás ocurrirá? Pero estas preguntas eran demasiado difíciles para un niño como Efrén. El mismo se dijo en ese momento que no estaba listo para entender lo que estaba pasando.

Comenzó a pensar en Cumbres Borrascosas, preguntándose si esa imagen que estaba viendo de los árboles bajo la lluvia sería similar a algunas de las escenas en que Heathcliff sale corriendo de su casa en la noche.

Mientras Efrén miraba por la ventana, escucha a su hermana que le habla a su padre de la señora Sussman, una vieja amiga de la familia que se acababa de encontrar en un concierto. La señora Sussman, de 80 años, había tenido una vida poco envidiable. Me dijo: “sabes, he tenido una vida con muchas dificultades: mi esposo murió hace varios años, y mis hijos ya no me quieren ver. Me he quedado sola. Pero lo único que no me ha abandonado jamás es la música.”

—“¡Mira este animal- rebasando por la derecha!”, dijo de repente su padre.
Efrén miró pasar un coche Galaxy negro, desapareciendo en cuestión de segundos.

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